El niño M. tenía que haber nacido un 25 de julio. Ahí, con la fresquita…
Pero como era de esperar se retrasó., igual que sus dos hermanos.
Esta vez no me importó tanto porque el día 31 de julio es el cumpleaños del papá de la criatura y el día 2 de agosto el mío (si, nacimos el mismo año con 2 días de diferencia). Así que se admitían apuestas.
Cómo el niño M. es muy diplomático decidió nacer el día 1. Ni pa uno ni pa otro.
A las 5 y pico de la madrugada empecé con las contracciones. Bueno, en realidad llevaba con contracciones desde los 6 meses, motivo por el que estaba de baja, y a estas alturas estaba hasta el gorro de contracciones. Especialmente la última semana habían sido fuertes y habían durado mucho. Pero éstas eran las de parto. Una vez que las has vivido las reconoces perfectamente.
Desperté a mi churri (nunca lo llamo así es por animar el realato…): “estoy de parto” “ummmm” me voy a duchar””ummmm” ya me he duchado “ummmmm” por fin lo saqué de la cama, se duchó, preparamos las cosas, desperté a mi madre que llevaba la pobre una semana en casa(la estaba dejando sin vacaciones) y nos fuimos los 2 para el hospital.
Llegamos sobre las 6:00. Me pasaron enseguida porque no había ni un alma. Me hicieron la eco, vieron que había comenzado el trabajo de parto y me subieron a una habitación.
Mientras esperaba que me trajeran el sexy-camisón me tumbé en la cama y me vino una supercontracción, “la madre de todas las contracciones” palabra.
Y a continuación noté cómo si hubiera roto la bolsa, o eso creía yo, porque en ninguno de mis otros 2 partos rompí la bolsa, tuvieron que rompérmela justo antes de entrar al paritorio.
Me fui al baño y llamé a mi cari (nunca lo llamo así es por animar el relato) “cari, que esto no es la bolsa, que es sangre) Creo que ya os he dicho en alguna ocasión que soy muuuy tranquila.
Mi marido se asoma. Cara de circunstancia. “Voy a llamar a una enfermera”
“¿es mucha sangre, no?” “noooo” me contesta el pobre. (Días después me confesó que aquello era como una botella de 2 litros puesta boca abajo, y sin tapón se entiende, jajaja)
Viene la enfermera. Se asoma. “ponte estas compresas y súbete a la cama, que nos vamos”
Y yo, ilusa de mi: “bueno, si, ahora cuando se pare un poco me subo”
Ella: “ No se va a parar. Anda, súbete” Esto lo dijo con tono de “Mona, que no te enteras, súbete que es tarde y viene lloviendo”
Quizás debería haber empezado a preocuparme pero el hecho de que la auxiliar que vino a por la cama se parara a arreglar la cisterna del wc que se había quedado pillada, pues cómo que tranquiliza bastante ¿no sería pa tanto, no?
Me despido de mi marido al que no dejan pasar, paso a dilatación, un matrón me explora, bueno, en realidad sólo se asoma porque aquello seguía siendo un surtidor. Llega el ginecólogo, se asoma (un surtidor con más visitas a estas alturas que la Fontana de Trevi..): “¿tiene latido el feto?” Cuando el matrón contestó “no lo sé” confieso que ahí sí que me preocupé. Me acojone. Me descompuse…
El ginecólogo pidió quirófano y anestesista urgente y me metieron deprisa y corriendo. Anestesia general y cesárea.
Mi marido en la sala de espera, sólo (no quería llamar ni a mi madre que estaba con los otros 2). Al final llamó a una de sus hermanas que acudió enseguida. (el resto estaban todos en la playa). Dice que el niño se lo dieron a las 7.05. Estaba perfectamente. Pero el pobre confiesa que estaba tan nervioso que no podía ni cogerlo, así que mi hijo estuvo con su tita, a la que agradezco profundamente que estuviera allí.
Cuando yo desperté de la anestesia lo primero que hice fue preguntar por mi hijo. “está bien” me dijo el anestesista . “y una porra” dije yo pa mí. ¿Y qué me va a decir? Querrá que esté tranquila. .. Al poco apareció el ginecólogo, que no os lo he dicho, pero tuve la suerte de que era el ginecólogo que me había llevado los 3 embarazos y estaba de guardia. Que cuando lo ví me dieron ganas de besarlo y todo…
Pues eso, que vino y me dijo que el niño estaba perfectamente. Y ya dije yo “este no me va a mentir, si hubiera pasado algo malo es el indicado para decírmelo…
Me trajeron a mi niño, me lo puse al pecho como a sus dos hermanos, y ahí se quedó tan a gustito.
Según el ginecólogo y las enfermeras tuve mucha suerte porque si me pilla en casa yo a lo mejor lo cuento (no era probable, pero a lo mejor) pero el bebé seguro que no.
Tuve un abruptio placentae durante el trabajo de parto. Un desprendimiento total de placenta (de causa desconocida). Que si sois masocas y lo buscáis por Internet veréis que es una cosa muy chunga, pero con una probabilidad muy bajita de que ocurra, no os preocupéis. Que ya me ha tocao a mí, y no os va a pasar a ninguna, que lo sé yo.
Al final tenía razón el niño E. cuando me decía “cuando el hermano salga y te rompa la barriga…” que cabroncete! Fue premonitorio…
Así que ya sabéis por qué no tengo ganas de un cuarto. Ni aunque me firmaran ante notario, que es una niña. Ni hablar.
Y también sabéis por qué tengo desde entonces una anemia de caballo.